La pandemia nos aterrizó a una realidad que a veces la soberbia humana nos oculta. Somos igualmente frágiles aquí o en los países ricos. Al norte o al sur. El coronavirus es un enemigo común que no escoge raza, religión o condición social.
¿Cómo han reaccionado los países frente al coronavirus? ¿Qué ha pasado con las fronteras? ¿Se ha alterado la confianza? ¿La geopolítica mundial se ha transformado?
El sistema no estaba listo, tampoco quienes lo manejan. Desde las porosas fronteras terrestres, terminales aéreos, puertos, fábricas hasta palacios de gobierno, el COVID-19 se abrió paso poniendo en jaque las bases sobre las cuales se construyó la idea de globalización y amenazando décadas de progreso.
Joseph Stiglitz es premio Nobel de Economía y uno de los más importantes estudiosos y críticos de la globalización. Fue consejero económico del presidente Clinton, jefe economista del Banco Mundial y ha escrito decenas de libros, desde ‘El malestar en la globalización’, hasta ‘Capitalismo progresista’.
Publicidad
¿Cuáles son las implicaciones, en términos de globalización, que ha tenido esta pandemia? ¿Cómo cree que nuestro mundo va a cambiar no solo ahora sino después de la pandemia?
“Ahora mismo creo que hay dos fuerzas que se oponen, una de ellas es que nos hemos dado cuenta, en los Estados Unidos y en muchos otros países, de que hemos desarrollado cadenas de suministro globales que no son muy resilientes.
Publicidad
Un país fuerte como Estados Unidos se da cuenta que ni siquiera podía fabricar máscaras o no podía hacer un simple equipo de protección, pocos de esos productos eran complicados como ventiladores o las pruebas. Así que podría decirse que, hasta cierto punto, debe haber un reaseguramiento en la reconstrucción de las cadenas de suministro globales y eso marcará una gran diferencia para la globalización.
Lo segundo es que una vez más nos damos cuenta de que compartimos un planeta pequeño, ya sabes, los virus no llevan pasaportes, no llevan visas, atraviesan fronteras tal como los gases efecto invernadero”, señala Joseph Stiglitz.
En efecto, sin pasaporte ni visa,el COVID-19 ha llegado a 191 países y regiones del mundo, planteando el primer gran reto para un sistema que encontró una respuesta aparentemente fácil: cerrar fronteras.
Ciento cuarenta y dos países establecieron cierres completos o parciales, como es el caso de Estados Unidos, que no solo cerró su frontera terrestre para viajes no esenciales, sino que suspendió la mayoría de las audiencias para procesos de solicitud de asilo. Cerca de 60 mil personas están varadas en refugios.
Publicidad
Por ejemplo, en Nuevo Laredo, México, en un refugio con pocas medidas de salubridad en plena pandemia llevan casi un año a la espera de una audiencia y pueden durar mucho más.
“Pues tenemos que seguir esperando todavía y como están las cortes que las cambian y las cambian, la mía me la cambiaron para el siguiente año”, cuenta Rinaldi Palacios, migrante nicaragüense.
Publicidad
“Para nosotros ha sido muy desesperante pues nosotros estamos desde el año pasado, octubre, y estamos esperando una respuesta, que se abran las fronteras y poder seguir nuestro curso, pues el objetivo es entrar a esta nación americana”, dice José Martínez López, migrante hondureño.
¿Cuál cree Jon Lee Anderson que es el error del gobierno colombiano en esta pandemia?
Frontera colombo-venezolana
Publicidad
La frontera colombo-venezolana también tiene sus propias historias. Por donde usualmente se movilizaban más de 40 mil personas al día, hoy solo retornan 200 hacia el lado venezolano porque así lo determinó el gobierno del vecino país.
Son miles los que esperan en campamentos improvisados, como los ubicados en el Puente Internacional de Tienditas.
Publicidad
Allí está Anderson, que en un saco lleva ropa, juguetes y otros regalos para su pequeña hija que nacerá pronto. Él espera llegar a tiempo.
“Me alegra y ese es el motivo con el que uno se despierta todos los días, esa es la fuerza que le da a uno, aparte de Dios, la familia. Que uno va a regresar y los va a ver otra vez”, comenta el migrante venezolano.
El tránsito aéreo también se vio golpeado. Antes de la pandemia, alrededor de 50 mil viajeros hacía uso del aeropuerto internacional de Dulles, que sirve a la capital de Estados Unidos, Washington, pero en los peores meses del COVID-19, la operación aérea se afectó en un 80%. Un pequeño reflejo de cifras más dramáticas.
Según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo, en 2019 las aerolíneas transportaron 4.500 millones de personas. Se estima que este año serán por el orden de las 2.000 millones de personas, retrocediendo 15 años de crecimiento.
Publicidad
“Entonces la industria de las aerolíneas no se va a recuperar y ser lo que era antes, yo no lo creo. La gente va a querer, probablemente, hasta que la pandemia esté totalmente controlada, y eso quizás será en uno, dos, tres años, podría ser más que eso, guardar distanciamiento y eso significa que las aerolíneas continuarán, pero tendrán que estar menos llenas y eso significa que los precios irán arriba y eso significa que habrá menos viajes", señala Stiglitz.
Una recuperación lenta y penosa, pero en el caso de la inmigración, el tono es más esperanzador.
Publicidad
“Bueno, de nuevo, eso está reflejando algunas cosas que estaban pasando antes de la pandemia, estaba esta especie de nativismo de Trump”, expone el noble de Economía, quien agrega: “tengo que creer que las voces de la luz van a imponerse sobre las voces de la oscuridad".
Las voces de la oscuridad a las que se refiere el profesor Stiglitz, paradójicamente, son las de algunos de quienes toman las decisiones hoy, en un mundo que parece huérfano de liderazgo y en donde las dos principales potencias, Estados Unidos y China, están más concentradas en su propia disputa que en asumir las riendas de la crisis.
“Durante los últimos años, especialmente bajo la administración Trump, ha habido una tensión creciente entre Estados Unidos y China y eso está por encima de todos los países en el mundo. Las preocupaciones sobre la competencia económica, ciberseguridad, democracia, derechos humanos, todo esto, las tensiones en tantos asuntos diferentes han incrementado y eso obviamente va a tener muchos efectos", indica.
¿Cómo ven esa batalla y el reto pospandemia analistas de los cuatro países más afectados por el coronavirus?
Publicidad
Publicidad
Pero, ¿cuál cree usted que será el impacto?, ¿qué va a pasar con los Estados Unidos?, ¿quién va a ser el próximo líder después de esto?
“Estados Unidos ha venido perdiendo respeto bajo Trump por una cantidad de razones variadas y la pandemia ha traído a casa la deficiencia de todos los problemas”, puntualiza.
La afirmación del profesor Stiglitz encuentra soporte en una encuesta de Pew Research, realizada en 13 países. Los niveles de desconfianza en Trump se sitúan en el 83%. Los ciudadanos en el mundo hoy confían más en los líderes de Alemania, Francia, Reino Unido, Rusia y China, antes que en Trump.
Esto para otros académicos como la profesora Nina Hall, de la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins en Bolonia, Italia, era previsible.
Publicidad
“La administración Trump no ha tenido ningún interés en ayudar a resolver los problemas locales, de hecho, a menudo ha socavado a sus aliados de manera muy activa y creo que ciertamente en Europa ha sido una realidad como de: ¿qué sucedió con esa relación que apreciamos y que nos gustaría continuar teniendo? Una relación sólida con los Estados Unidos, pero que se ha vuelto increíblemente espinosa y difícil”, comenta Hall.
Esa realidad, dice Hall, le ha servido de oportunidad a China para ocupar mayor protagonismo: “Creo que hay formas muy concretas en las que China está ocupando un papel de liderazgo, están financiando a la ONU, misiones de mantenimiento de paz de la ONU, no estoy segura del incremento relativo, pero ciertamente es un incremento mientras que Estados Unidos retrocede. Segundo, creo que China ha jugado un papel muy fuerte recientemente en el cambio climático".
Publicidad
El protagonismo de Estados Unidos en escenarios de cooperación se ha reducido por decisiones como su retiro del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, o del Acuerdo de Cambio Climático de París, la reducción de recursos a Naciones Unidas y, más recientemente, la salida de la Organización Mundial de la Salud.
Todo esto ya venía propiciándose bajo la premisa de ‘América primero’. Ahora, con la pandemia, la cooperación pasa por momentos difíciles.
“Muchas organizaciones internacionales trabajan con población vulnerable como refugiados, o el Programa Mundial de Alimentos que acaba de recibir el Premio Nobel de Paz. Su trabajo es más difícil, es más difícil enviar ayudas cuando tienes que preocuparte por el COVID, es más difícil encontrar hogares para refugiados y asegurarse de que gente desplazada pueda obtener la ayuda que necesita cuando los países están cerrando fronteras, cuando Gobiernos están poniendo todo su dinero en programas de rescate domésticos y son reticentes a dar dinero a organismos internacionales", señala la profesora Nina Hall.
Sin embargo, hay esperanza y la respuesta parece estar en la misma globalización e interdependencia hoy cuestionadas.
Publicidad
“Hay un esfuerzo global para producir una vacuna y terapias y lo que espero es que cuando tengamos éxito en conseguir esa vacuna no tengamos nacionalismo de vacunas, sino que tengamos cooperación global”, detalla el economista Joseph Stiglitz.
La vacuna muy seguramente tendrá la marca estadounidense, luego de 12 mil millones de dólares invertidos para producción y distribución, lo que asegura también cientos de millones de dosis y planteando una disyuntiva al presidente entrante: ¿liderar el proceso de vacunación solo en Estados Unidos o iniciar un mandato presidencial con pie derecho en el ámbito internacional, disipando dudas sobre en qué país recae el verdadero liderazgo?
Publicidad