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La pandemia que desnudó las inequidades y falencias del sistema de salud colombiano

Con la llegada del coronavirus, los ciudadanos voltearon a mirar a sus hospitales, muchos sin lo necesario, y a los profesionales del sector y su sacrificio, pese a muchas carencias laborales.

Desde marzo de este año, muchos colombianos empezaron a ver una postal que nunca habían imaginado tener, ni muchos menos exhibir.

De un momento a otro, un virus los hizo sentir vulnerables, frágiles, humanos y llenos de miedo a lo desconocido.

Era como si la humanidad, acostumbrada a vivir a gran velocidad y a tener el control de todo, lo perdiera en cuestión de instantes.

Sin embargo, esa alerta que se desató a miles de kilómetros parecía en un comienzo no solo lejana, sino imposible de que nos tocara. Pero finalmente nos tocó.

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El 6 de marzo de este año, que muchos quieren mandar al olvido, el Ministerio de Salud reportó el primer caso confirmado de COVID-19 en el país.

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Esa primera confirmación fue la cuota inicial de la pesadilla de la cual aún hoy no se ha salido.

Con el paso de los días, con los ecos de esas noticias sobre la pandemia , llegó el miedo. Y con él, una reacción instintiva de conservación.

También llegaron las medidas que nunca se imaginaron.

De un momento a otro, los colombianos dejaron de ser libres. Ya no se podía salir ni siquiera a la esquina, ni recibir o ver a los seres queridos.

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Los ciudadanos se vieron encerrados por cuenta de ese enemigo invisible del que todo el mundo comenzó a hablar, pero del que muy pocos tenían alguna certeza.

¿Quién iba a pensar que, de un momento a otro, ni las obligaciones laborales o académicas que tanto agobian y hacen salir a eternos trancones, congestiones, filas, trámites, compras se esfumarían como por arte de una magia?

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Una magia macabra que aterrorizó y llevó a la fuerza a confinarse y a esconderse de un virus.

Y con el encierro llegó la ruina económica. Fue una tormenta perfecta de caos, miedo, quiebra, agonía y depresión.

Nos pusimos de un día para otros, de tú a tú con los médicos, con el mundo científico, como si todos supiéramos de un virus misterioso que llegó de China.

En un parpadeo, los medios se inundaron de voces distintas a las de los políticos de siempre.

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En un abrir y cerrar de ojos, el miedo a ser tan vulnerables hizo entender que quienes trabajan en el sector salud hacían parte de la que tanto se menciona como la primera línea de esa batalla por nuestras vidas.

Con semejante reflector encima, la salud volvió a estar en el primer lugar de la atención de los colombianos.

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Los hospitales concentraban la atención nacional. Unos con médicos y demás personal de salud, otros con muy pocos de esos héroes, y con las uñas, como gatos patas arriba, enfrentándose a ese enemigo inmisericorde, invisible e incontrolable.

Eran médicos, enfermeras, bacteriólogos, paramédicos. Todos siempre habían estado ahí... anónimos. Ocultos en la maraña de la cotidianidad y sin darse cuenta de su enorme valor, de su vocación y del sacrificio que muchos hacen para trabajar en medio de enormes dificultades.

Y es que la pandemia puso de nuevo a pensar en el sistema de salud que tenemos. Ese del que tanto se habla, la gran mayoría de veces para criticarlo, y que tiene características que lo hacen muy especial.

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Un informe del Banco Mundial tal vez resume en buena medida el drama. Según el reporte, desde hace 27 años, Colombia ha logrado aumentar de manera importante la cobertura en la atención de salud de los colombianos.

Pero el mismo informe advierte que la calidad de esa atención es su gran talón de Aquiles.

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Por ejemplo, el reporte refiere un estudio de la Comisión de Salud Global de Lancet, en el que se revela esta cifra: cada año, al menos 22 mil colombianos se mueren por mala calidad de la atención en salud. Otros 12 mil mueren por falta de acceso a esos servicios.

Y un dato más: la tasa de mortalidad materna, dice el Banco Mundial, sigue siendo de las peores comparada con los demás países de la OCDE. Un 25 % más alta que en México.

Los años de vida perdidos en Colombia por culpa de una enfermedad como la neumonía son mucho más altos que en otras naciones de ese selecto club al que se ingresó hace unos años.

“Los países que mejor han manejado la pandemia son los países asiáticos, que tienen sistemas públicos absolutamente preventivos con detección temprana. Evidentemente sistemas de salud menos costosos porque entre usted más previene, pues son sistemas que son sostenibles financieramente”, dice Carolina Corcho, vicepresidenta de la Federación Médica.

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El cuadro clínico del sistema de salud colombiano arroja otros resultados contradictorios.

Los presupuestos han aumentado en los últimos 20 años, pero eso no necesariamente se refleja en la atención y en la calidad de los servicios. Es decir, hay más plata, pero no se utiliza como se requiere.

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Otro síntoma de las dolencias es el muy complejo sistema que rige al sector. Las EPS se llevan casi todos los trofeos de mal servicio, exclusión, negligencia e indolencia.

No en vano, casi el 70% de las tutelas que la justicia tiene que resolver cada año están relacionadas con el derecho a una salud digna.

Ese otro síntoma se siente con más rigor en las zonas rurales y apartadas. Hay un enorme bache entre los centros asistenciales de las grandes ciudades y los de otras regiones del país.

"Trabajamos con tecnología de punta, tenemos los mejores especialistas, nuestra infraestructura. Es realmente impresionante", dice Ruth López, pediatra neonatóloga del Hospital de Meissen, en Bogotá. La situación no puede ser más distinta en lugares como Chocó o San Andrés.

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Y ni qué decir el contraste con los centros asistenciales privados.

Parecen dos mundos tan distintos: en uno imperan la pobreza, la negligencia, la poca transparencia en el manejo de sus precarios recursos y las lamentables condiciones.

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Y precisamente ahí viene la otra radiografía.

La del personal de la salud que en esta pandemia pudo por fin hacer que el país prestara atención a sus reclamos de tantos años. Tan justificados y tan urgentes de resolver.

“Aproximadamente son 120 mil médicos en el país. El 75,80% son médicos generales y los demás somos médicos especialistas. De todos estos trabajadores, el 80% estamos contratados bajos formas de contratación absolutamente precarias que van desde el destajo, contrato de prestación de servicios, por eventos y copagos”, dice Carolina Corcho, vicepresidenta de la Federación Médica.

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Mientras el gobierno actual insiste en que el presupuesto del sector es el más alto de los últimos tiempos, -36 billones de pesos para el año entrante-, en el Congreso avanza un proyecto para reformar el sistema que viene de hace casi 30 años con la famosa ley 100.

Médicos y gremios de la salud ya pusieron el grito en el cielo porque aseguran que esa no es la solución a los problemas.

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"El país necesita una reforma estructural del sistema de salud que reglamente la ley estatutaria. Colombia tiene el constitucionalismo más avanzado del mundo en materia del derecho fundamental de la salud frente a un sistema demasiado mercantilizado, y que niega demasiados servicios de salud para las posibilidades que tiene", dice la presidenta de la Federación Médica.

En medio de este panorama, muchos expertos, como exministros e integrantes de las sociedades médicas, reconocen los avances de Colombia en prevención de mortalidad infantil, en vacunación, en control de costos de medicamentos y en cobertura universal.

Hay muchos lentes para observar a este paciente llamado la salud en Colombia.

Un paciente que este año entró a cuidados intensivos y al que le espera para curarse un camino largo, incierto y difícil.

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También puede ver el análisis de expertos en salud sobre la pandemia: