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¿En qué está Colombia en cuanto a sistemas de transporte urbano?

Es una nación que pasó de ser principalmente rural a urbana con lo bueno, regular y malo que eso significa. Hacia futuro, se debe pensar cómo debe movilizar a sus ciudadanos.

Embotellamientos aprisionan a la población diariamente en las calles y este no es un fenómeno ajeno, congestionamientos gigantescos son cada vez más comunes en las mayores ciudades del mundo. Paradójicamente, aunque cueste decirlo, a este ajetreo diario la pandemia le dio un respiro y en la época más fuerte de la cuarentena las ciudades quedaron vacías.

Fue sólo una pausa al ruido y caos por la sombra de muerte y miedo que sembró en este inolvidable 2020 el terrible virus del que haya tenido noticia reciente la humanidad: el SARS-COV-2 o la COVID-19 como se le ha conocido mundialmente.

Gradualmente se reactivó la vida pública y no tardó mucho en reaparecer el mismo bullicio y desorden de siempre, sólo que ahora en una rara normalidad que también forzó y aceleró cambios en la manera de movilizarnos mientras dure la pandemia.

En Colombia, las tres cuartas partes de la población vive, y en ciertos casos sobrevive, en las trece ciudades más importantes del país. Los datos son abrumadores, de los 50 millones de habitantes que tiene Colombia, por lo menos 38 millones hoy se concentran en las grandes cabeceras distritales y municipales, según las cuentas oficiales del DANE.

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Hay que decirlo claramente, ninguna ciudad del país ni siquiera del mundo estaba preparada para recibir tanta gente buscando oportunidades y huyendo de la violencia.

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Así nacieron barrios enteros que rápidamente se volvieron comunas o ciudades dentro de las grandes capitales, sin ninguna planificación; como la localidad de Ciudad Bolívar en el extremo sur de Bogotá, que tiene más de 600 mil personas, casi la misma población de Bucaramanga.

¿Cómo crecieron estos lugares y por qué el transporte se demoró en llegar?

“Porque esta localidad es la representación del territorio desde la informalidad de muchos migrantes que vinieron de otras partes del país por la violencia y otros factores”, indica la arquitecta Lucy Molano, directora de la Oficina de Atención al Ciudadano del IDU.

Con aproximadamente ocho millones de habitantes, Bogotá es de las pocas capitales de América Latina sin metro. El sueño de un subterráneo se enterró en debates, promesas de gobernantes de turno por más de 50 años, estudios y diseños que han terminado en la caneca de la basura.

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Sólo hasta este 2020, tras muchos ires y venires, por fin se logró firmar el acta de inicio de un metro elevado, cuya primera línea sería una realidad, si nada inesperado se atraviesa, por allá en el 2030.

Porque en Colombia nos acostumbraron a saber cuándo se adjudican los contratos, pero no cuándo empiezan las obras ni mucho menos cuándo terminan. Ojalá esta vez la historia no se repita.

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Como las cosas hay que decirlas como son, a finales del año 2000, el transporte público de Bogotá tuvo un entusiasta revolcón: de la espantosa guerra del centavo con buses destartalados y un monumental desorden vial, se le apostó a Transmilenio, un sistema de buses articulados y carriles exclusivos que creó un esperanzador modelo de movilidad por su eficiencia y bajo costo en comparación con el metro.

La fórmula en su tiempo resultó revolucionaria y vino acompañada de la recuperación de andenes con medidas polémicas como los bolardos, la restauración de plazoletas y la puesta en marcha de una novedosa red de ciclorrutas.

El éxito de Transmilenio se propagó como pólvora y pronto otras ciudades copiaron la prometedora solución a sus desesperantes trancones. Fue el caso de Cali con el Transmío, de Bucaramanga con el Metrolínea, Barranquilla con el Transmetro y Transcaribe en la histórica Cartagena de Indias.

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Las comparaciones son odiosas, pero, con su metro operando desde 1995, Medellín iba a la delantera. Ese sistema cumplió 25 años y paralelamente se han desplegado otros medios de transporte como el metrocable, el metroplús, tranvía y alternativos.

Bogotá y otras ciudades también han mostrado grandes avances.

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Del teleférico de Monserrate al Transmicable de Ciudad Bolívar: desde el 27 de diciembre de 2018 se puso a andar este medio aéreo que acortó los tiempos de desplazamiento y mejoró la calidad de vida de más de 700 mil habitantes del sur de Bogotá.

El Transmicable está conectado a la estación de Transmilenio de El Tunal, que a la vez cuenta con un cicloparqueadero y desemboca en 540 kilómetros de ciclorrutas esparcidos por toda la ciudad con sus infaltables pros y contras.

Esto le ha granjeado una importante reputación mundial a Bogotá que antes de la pandemia venía perfilándose como una potencia turística.

Para hacerse a una idea, Bogotá fue visitada en 2019 por más de 20 millones de turistas extranjeros y nacionales, según el Instituto Distrital de Turismo.

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Pero hay otras ciudades que también son las de mostrar y que atraen muchas divisas poniendo dinero en el bolsillo de los colombianos. Pero para que Colombia atraiga más turistas, es fundamental mejorar en infraestructura y transporte.

Fueron más de 41 millones de pasajeros los que usaron el avión para transportarse el año pasado en el país, según la Aeronáutica Civil.

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El aeropuerto internacional El Dorado se ha modernizado, pero parece irse quedando corto frente al incremento frenético de viajeros, imponiendo grandes retos de expansión.

Mientras tanto, en el transporte terrestre los sistemas de buses han quedado frenados o a medias por disputas burocráticas y falta de continuidad en las políticas públicas. Deficiencias que le han dado paso a otros medios de transporte como motos, bicitaxis y patinetas eléctricas.

Reviva el capítulo completo de El proyecto es Colombia: ciudades e infraestructura