En el aislamiento humano al inicio de la pandemia del coronavirus la naturaleza respiró. Y cuando inició la reapertura de los sectores económicos, como el turismo, la meta era alejarse del concreto para disfrutar de los paisajes que hay en cada rincón del país.
Lugares como el parque santuario de Los Flamencos, en La Guajira; el Tayrona, en Santa Marta; Barichara y el Cañón del Chicamocha, en Santander, y Puerto Carreño, en Vichada, son algunos de los sitios que empiezan a recuperarse económicamente tras meses de cierre.
Rodrigo Atuesta, presidente ejecutivo de Acotur, afirmó que el coronavirus tuvo incidencia en ese despertar hacia la naturaleza.
"Estamos empezando a darnos cuenta qué tenemos con el territorio para poder ser un país libre en turismo sostenible. Con la pandemia ha crecido la sensibilidad de la gente, sobre el impacto que nuestras decisiones de consumo tienen sobre las realidades en las que vivimos. Los viajeros cada vez están buscando experiencias únicas, experiencias en donde se involucren a través del aprendizaje la conexión, de cómo nosotros hacemos parte de, en vez de visitarla", resaltó.
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Álvaro Rojas es uno de esos guías turísticos orgullosos que disfrutan de este renacer.
Este experto en aves muestra desde su cayuco la belleza de la fauna y flora en Los Flamencos, ubicado a 35 minutos de Riohacha.
“Lo más hermoso de esto es compartir conocimiento, darle a conocer nuestras hermosas especies de aves, que disfruten ese recorrido en vela. Las aves representan paz, amor, alegría, usted viene estresado de la ciudad y se va mucho más relajado”, dice sobre su labor.
Este plan turístico le genera ingresos al 70% de los miembros del santuario, unas 50 familias wayú aproximadamente, capacitadas para recibir a turistas no solo del interior del país, también de Europa.
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Otra beneficiaria de este turismo sostenible es Janeth Viviescas, que ha involucrado a los turistas en su oficio para que sientan sentir parte de sus tradiciones en Barichara.
Ella es tejedora fibra de plátano y con su labor crea silletería, bolsos, cortinas y tapetes, entre otros productos, oficio que se creció antes de la llegada de la pandemia.
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Aunque su casa no tiene aviso y no es fácil llegar a ella, gracias a las caminatas que ofrecen a turistas para recorrer Barichara–Guane ella crea conciencia de su cultura con el trabajo que realiza.
“Han venido personas de otros países, hacen su ruta y pasan por acá, un guía turístico es quien les traduce todo. Los turistas siempre me dicen que es una innovación, que no han visto esto en ningún lado y así me ha salido mucho más trabajo”, cuenta.
Como la de Janeth, ya hay 18 experiencias donde la comunidad ratifica su compromiso con la sostenibilidad de la región.
Puerto Carreño, Vichada, también está atrayendo a extranjeros. A dos horas del casco urbano una familia creó el rancho Barú, donde los turistas pueden ver chigüiros, venados, aves y más especies.
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Para mantener el distanciamiento diseñaron chozas para cada visitante.
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¿Cómo cuidar los recursos de fauna y flora del turismo?
Estudios demuestran que un viajero consume aproximadamente 25% más energía que una persona local y a nivel mundial el turismo representa el 5% del consumo total de agua.
Durante los viajes, los visitantes consumen hasta cuatro veces más agua que los residentes.
Es por eso que la ambientalista y naturalista Sandra Bessudo espera que “estas nuevas oportunidades se hagan desde el comienzo bien y no vayamos, por querer hacer de esto un boom, que se nos vuelva un turismo masivo. Tiene que ser un turismo responsable: cómo nos vamos a comportar durante nuestra visita, no solamente con las comunidades que viven ahí. Es un turismo de observar, de silencio”.
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Algo en lo que coincide el mamo de la etnia kowi Oren Nuguita Coronao.
"Es la misma madre naturaleza la que nos ha exigido el cambio que tenemos que hacer, el mar, los ríos. Nos dimos cuenta de que en estos meses con la pandemia se hizo respetar. El personal que venga tiene que venir con un objetivo diferente que es la conservación", pide el líder indígena desde la Sierra Nevada de Santa Marta, el corazón del mundo, donde está el parque natural Tayrona, territorio ancestral de las comunidades indígenas kankuamo, kogui, wiwa y arhuaco.
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Jeferson Rojas, jefe de este parque, les recuerda a los visitantes que "es un espacio de salud para respirar, para entender de manera distinta la relación de los seres humanos con el territorio. El Tayrona les ofrece tranquilidad, observación de aves, de fauna, las bellezas de nuestra costa Caribe".
Por eso, "todo visitante debe venir con recipientes retornables para bajar las presiones en cuanto al manejo de residuos sólidos", dice Álvaro José Jiménez, funcionario del lugar.
También surgió el ecoturismo, con el que las comunidades rurales encontraron una fuente de empleo, pero, además, una manera de aportar a la conservación de sus ecosistemas.
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No obstante, el doctor Julián Osorio, especialista de la Unesco en turismo, advierte que "la sostenibilidad no solamente es la experiencia del turista, sino lo que realmente hay detrás de la cadena del valor y el funcionamiento en el sector turístico. No solo es llevar turistas, sino escuelas, seguridad, educación, el turismo sostenible es de inversión".