En el extremo norte de los Andes colombianos está Ituango que durante décadas fue fortín de las FARC, hasta que llegaron los paramilitares.
Entonces se intensificó la guerra y la población civil sirvió de carne de cañón.
Las masacres de El Aro, el Paramillo y La Granja dejaron muertes y desplazamientos masivos.
Atrás fue quedando la hilera de víctimas, muchos de ellos niños que sobrevivieron y se convirtieron en líderes de sus comunidades para hacer memoria colectiva.
Allí las víctimas cuentan sus historias: “Estaba celebrando los 15 de mi hija cuando llegaron dos personas y me dijeron que tocaba salir en ese momento, cuando estábamos en Santa Rita me llamaron donde mis padres y me dijeron que habían desaparecido un hermanito mio de 12 años, que mi mamá estaba en la finca como loca buscándolo…”
Así es la vida hoy en Ituango: habitantes se sienten atrapados en su propio municipio
Otra historia: “Cuando yo tenía cuatro años, antes de la incursión paramilitar, el ejército asesinó a mi tío en su propia casa y dos años después los paramilitares incineraron la vivienda en la que vivía con mi familia…”
Muchas víctimas en Ituango afirman que desde el 2016 cuando se firmó la paz vivieron tranquilos un año, luego llegó un frenesí de violencia entre los grupos armados que llegaron.
“Entonces me di cuenta que ese paraíso que estábamos viviendo se había desmoronado y volvió la guerra con mucho temor y miedo”, afirma un habitante.
El sacerdote Carlos Cárdenas lleva varios años recorriendo las veredas y sabe que la situación empeora.
“Si todos nos llenamos de miedo entonces qué vamos a hacer. Los malos lograron su objetivo”, dice.
Las bandas se aliaron con delincuentes comunes que ahora recorren el campo, andan sin camuflado ni brazalete y mostrando armas.
Están todos: paramilitares, Clan del Golfo, Caparrapos y Gaitanistas así como disidentes de frentes de las FARC.
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Updated: agosto 20, 2018 09:36 a. m.